jueves, 20 de mayo de 2010

Dos Centenarios


En estas circunstancias uno quisiera ser especialista en algo para ofrecer algún conocimiento relevante que valiera la pena leer. No es el caso. Me queda, entonces, ofrecer una mirada sobre una ausencia y una presencia en estos festejos patrios que podremos compartir, ampliar o desechar…

            Ausencia: En el festejo del primer Centenario hubo una gran cantidad de monumentos conmemorativos, aunque algunos de ellos llegaron bastante más tarde y con muchísimas dificultades, por ejemplo el Monumento de los Españoles en Buenos Aires o  también en la ciudad de Córdoba el Puente Centenario. Seguramente habrá otros que destacar en otros puntos del país.

            Tal vez sean las diferentes épocas, costumbres, valores… o tal vez la despiadada crisis que a principio de siglo ha provocó el olvido de tan importante acontecimiento y sorprendiéndonos y dejándonos sin tiempo para plasmar la importancia del momento, o sin disponibilidad de riquezas para realizarlos. O tal vez sea las urgencias de necesidades estructurales que nos desvió la vista para otros modos de realizar las obras. También podría ser la desarticulación del pensamiento político. Inauguraciones se han realizado a un ritmo bien acelerado, pero a ninguna obra se le ha dado la importancia suficiente para considerarla obra emblemática de la ocasión.

            Presencia: Los pueblos originarios se hacen Presente en un simbólico “Cabildo Abierto” reclamando participación no ya en el “festejo” sino en la constitución misma del país. No solo son parte de nuestra Patria, sino las raíces de ella. Y este ícono de presencia tal vez sea mucho más profundo de lo que ellos mismos se han propuesto. Son el símbolo de un interior profundo, histórico, olvidado, silenciado, perseguido… Representan no solo su realidad étnica sino la de toda una multitud de hermanos que no alcanzan a tener parte un país cuyos “próceres y notables” miraron casi siempre hacia fuera. Una “deuda interna” que no termina de saldarse. Y tal vez esta presencia refleje la ausencia de este “símbolo y realidad” en aquella ocasión de mayo de 1810.

Nuestra presidenta hoy (lo escribo antes del encuentro) en Plaza de Mayo lo reflejará en un perfecto discurso del hecho

            Y tal vez sea este el aspecto más esperanzador para el comienzo de una nueva Argentina en la que todos tengamos parte. Donde sea más importante la gente que los símbolos, donde “nadie muera de hambre en la tierra bendita del pan”, donde la “democracia” no sea restringida a los poderosos (¿y apátridas?) de siempre, donde la cultura argentina -en su sentido más amplio- pueda encontrar no solo monumentos hermosos sino el contenido de los mismos: su gente y expresiones culturales.

            El Bicentenario nos asemeja más a 1810 que a 1910… donde parece que aún todo está por hacerse… donde reina la necesidad de una nueva síntesis social; donde necesitamos una clase política que sea capaz de mirar el conjunto y la totalidad del país; donde podamos plasmar la tan ansiada “Patria Grande” de nuestros máximos próceres latinoamericanos; donde los corporativismos definitivamente dejen hablar a todos los grupos sociales; donde prime un acuerdo (“contrato”) social que busque ser respetado por todos.

            Que el Bicentenario “sin monumentos” que comienza en este mayo continúe creciendo día a día hasta culminar en julio del 2016, mucho más significativo para nuestro destino argentino; y sea realidad la integración de todos los pueblos argentinos y latinoamericanos en una nueva síntesis que nos dé nuestro propio y significativo lugar en el mundo.