En estas circunstancias uno quisiera ser
especialista en algo para ofrecer algún conocimiento relevante que valiera la
pena leer. No es el caso. Me queda, entonces, ofrecer una mirada sobre una
ausencia y una presencia en estos festejos patrios que podremos compartir,
ampliar o desechar…
Ausencia: En el festejo del primer
Centenario hubo una gran cantidad de monumentos conmemorativos, aunque algunos
de ellos llegaron bastante más tarde y con muchísimas dificultades, por ejemplo
el Monumento de los Españoles en Buenos Aires o
también en la ciudad de Córdoba el Puente Centenario. Seguramente habrá
otros que destacar en otros puntos del país.
Tal
vez sean las diferentes épocas, costumbres, valores… o tal vez la despiadada
crisis que a principio de siglo ha provocó el olvido de tan importante
acontecimiento y sorprendiéndonos y dejándonos sin tiempo para plasmar la
importancia del momento, o sin disponibilidad de riquezas para realizarlos. O
tal vez sea las urgencias de necesidades estructurales que nos desvió la vista
para otros modos de realizar las obras. También podría ser la desarticulación
del pensamiento político. Inauguraciones se han realizado a un ritmo bien
acelerado, pero a ninguna obra se le ha dado la importancia suficiente para
considerarla obra emblemática de la ocasión.
Presencia: Los pueblos originarios se
hacen Presente en un simbólico “Cabildo Abierto” reclamando participación no ya
en el “festejo” sino en la constitución misma del país. No solo son parte de
nuestra Patria, sino las raíces de ella. Y este ícono de presencia tal vez sea
mucho más profundo de lo que ellos mismos se han propuesto. Son el símbolo de
un interior profundo, histórico, olvidado, silenciado, perseguido… Representan
no solo su realidad étnica sino la de toda una multitud de hermanos que no
alcanzan a tener parte un país cuyos “próceres y notables” miraron casi siempre
hacia fuera. Una “deuda interna” que no termina de saldarse. Y tal vez esta
presencia refleje la ausencia de este “símbolo y realidad” en aquella ocasión
de mayo de 1810.
Nuestra presidenta hoy (lo escribo antes del
encuentro) en Plaza de Mayo lo reflejará en un perfecto discurso del hecho
Y
tal vez sea este el aspecto más esperanzador para el comienzo de una nueva
Argentina en la que todos tengamos parte. Donde sea más importante la gente que
los símbolos, donde “nadie muera de hambre en la tierra bendita del pan”, donde
la “democracia” no sea restringida a los poderosos (¿y apátridas?) de siempre,
donde la cultura argentina -en su sentido más amplio- pueda encontrar no solo
monumentos hermosos sino el contenido de los mismos: su gente y expresiones
culturales.
El
Bicentenario nos asemeja más a 1810 que a 1910… donde parece que aún todo está
por hacerse… donde reina la necesidad de una nueva síntesis social; donde
necesitamos una clase política que sea capaz de mirar el conjunto y la
totalidad del país; donde podamos plasmar la tan ansiada “Patria Grande” de
nuestros máximos próceres latinoamericanos; donde los corporativismos definitivamente
dejen hablar a todos los grupos sociales; donde prime un acuerdo (“contrato”)
social que busque ser respetado por todos.
Que
el Bicentenario “sin monumentos” que comienza en este mayo continúe creciendo
día a día hasta culminar en julio del 2016, mucho más significativo para
nuestro destino argentino; y sea realidad la integración de todos los pueblos
argentinos y latinoamericanos en una nueva síntesis que nos dé nuestro propio y
significativo lugar en el mundo.