BAJA DE IMPUTABILIDAD A MENORES DE 16 AÑOS
El proyecto del gobierno nacional
sobre la edad de la imputabilidad de delitos en “nuestros” adolescentes no
puede menos que encender la pasión por un problema que lastima a todo aquel que
se precie amante de la vida humana.
La siguientei mirada no es “académica”, sino desde la experiencia limitada
de la propia vida en la que sí me he relacionado siempre con adolescentes en
situación de vulnerabilidad, acompañándolos para que encuentren su propia vida
lo más saludablemente posible.
Ciertamente, podría argüir en favor de esta postura, que si consideráramos
la visitas a diferentes instituciones (relacionándome con ellas) dedicadas a la
educación de menores en diferentes situaciones como haber leído un libro, pues
serían muchos… y éstos, desde la educación formal, pasando por muy diversos
institutos dedicados a menores: de barrios vulnerables, de sistemas abiertos,
semiabiertos, semicerrados y de situación penal (con rejas de hierro y también
farmacológicas)..
Pero no alcanza, no podríamos llamar esta visión, de un “nivel académico”
El límite del
abordaje
Una mirada sobrevoladora de ésta (y
otras situaciones), obliga a preguntarnos desde qué contexto buscamos dar respuesta
a la problemática de menores en conflicto con la Ley Penal. Es común en nuestra
época afirmar respuestas a las que queremos llegar generando las preguntas que
necesitamos para lograrlo; dirían nuestros padres: “poner el carro antes del
burro” (o el burro después del carro). Es común a nuestro arco social y
político afrontar cualquier problemática desde las encuestas, pretendiendo
apropiarse de los saberes y dándole carácter dogmático.
Y del mismo modo, una cuestión
epistemológica a considerar, propia de nuestro tiempo, es el no separar el objeto de estudio del
marco teórico desde el cuál se interpreta esta realidad. Y en cuestión de
minoridad los límites extremos podrían ubicarse en un arco sumamente amplio:
desde la educación para la individualidad extrema, hasta la educación para la
guerra. Pienso en una mamá que educa a sus hijos para que sepan defenderse en
este mundo interpretado como muy hostil (hijos de madres institucionalizadas
p.e.); pienso en una sociedad que idiotiza para que no cuestione un capitalismo
deshumanizante.
Pero además hay otra cuestión, más teórica,
que suele estar en las raíces de las ciencias duras: los límites sobre los
cuales se ejerce el análisis científico. En cuestiones humanas, y mucho más en
educación, y más aún en la educación de sectores donde el crecimiento se da en
condiciones de altos déficits de todo tipo, es imposible lograr parámetros
válidos para todos, ni para algunos siquiera. Es muy frecuente que las clases
medias (en cualquier sentido) creen que puestas las condiciones básicas y una
buena dosis de amor, los resultados deberían ser positivos…. y en estos temas
no aplica la matemática, ni los buenos deseos. Los procesos humanos son
terriblemente complejos y no bastaría tener en mente todas las alternativas
para el logro de los objetivos propuestos.
Para no abundar de la paciencia del
lector, no seguiría agregando pálidas a nuestro interés por el tema, aunque las
haya y muy interesantes, como el análisis de las generaciones previas a cada
integrante y la idiosincrasia que persiste más allá de la historia individual del
menor en cuestión.
De
lo que la vida me ha dado y he alcanzado a ver, el éxito (siempre precario), no
dependería tanto de la estrategia o método empleado, sino la calidad de las
relaciones humanas con el que se lo aplica. Y con la paciencia de saber que hay
problemáticas personales que llevan algún año en su logro (siempre parcial
respecto de las expectativas), y con la paciencia que otras -generalmente
sociales- llevan generaciones enteras.
Centrándonos en la problemática
propuesta, la baja de la imputabilidad de delitos en menores de 16, un buen
artículo (con una ya definición sobre la misma) está en Página 12:
https://www.pagina12.com.ar/824701-solo-son-los-24-menores-de-16-anos-detenidos-por-homicidios- , particularmente en los párrafos sobre
lo que hoy se realiza:
En medio del debate y con los
números sobre la mesa, Cipriano sostuvo que no es cierto que hoy "no pase
nada" con los jóvenes menores de 16 años que comenten delitos graves.
“Esos pibes no escapan a la acción de la justicia. Están encerrados en los
mismos institutos de jóvenes donde están los que tienen entre 16 y 18 años”,
contó.
Actualmente, la Ley 22.178 tiene
un artículo que establece medidas especiales para los casos de menores de 16
que cometen delitos graves, donde los jóvenes no punibles quedan a disposición
de un dispositivo que depende de la justicia civil y no de la justicia penal.
Es decir, se interna de forma provisoria a estos adolescentes en lugares con
condiciones de encierro semejantes a las de una detención de cualquier mayor de
16 años.
Y en el contexto
en el cual se plantean las respuestas:
En este sentido el abogado y
psicólogo social manifestó qué, si el proyecto se convierte en ley, va a
profundizar el proceso de “adultización y carcelización” que se viene dando
desde hace años. Los centros especializados de jóvenes “se convierten en
cárceles de adultos, y se da un proceso de carcelización” donde se iguala a las
personas menores con las mayores, por lo que caracterizó al texto de
“regresivo”.
“Se plantea resolver la
problemática a partir de políticas punitivas cuando en realidad hay que
resolver con políticas sociales y políticas educativas. Hay que llegar antes
frente a esas situaciones de vulnerabilidad que llevan a los pibes al delito”,
agregó.
Considero, por
tanto, que habría que tomar cartas en el asunto de los menores que delinquen, a
participan instigados por adultos más aún cuanto menor sea la edad que tengan.
Pero qué hacer con ellos cuando se dan estas circunstancias es el centro del problema.
En nuestro país,
a mediados del siglo pasado había una contención de menores carecientes de
familia estable, integral y abarcativa, desde hogares de internación, desde
clubes de barrio y colonias de vacaciones multitudinarias, hasta hogares de
internación completa. Y no digo que sea una panacea, sino que se enfrentaba
decididamente el problema de menores en situación de vulnerabilidad.
En la década de
los 90, por cambios culturales y tal vez motivaciones más inconfesables, los
grandes hogares (muchos de ellos llevados adelante por congregaciones
religiosas) y también el Estado (subsisten
aún hoy en lugares muy solitarios: escuelas albergue p.e.), cayeron en
descrédito, al igual que los hospitales psiquiátricos. En Córdoba me relacioné con dos llevados
adelantes por los Padres Lucchesse y Aguilera, con 450 personas (niños y
adultos) y 650 (niños, mamás a cargo y otros adultos) respectivamente, este último
en un estilo de familia monoparental en casas de hasta 12 integrantes. El
último casi desaparecido y el primero con unos 140 niños, unos 80 con
discapacidad profunda. La Escuela de Trabajo Social “Domingo Cabred” participó
en una campaña de desprestigio de cualquier institucionalización. Al Hogar del
P. Aguilera (después que fallece repentinamente en el 2006 aproximadamente)
intervino brutalmente el Estado haciéndose cargo (¿?), con la excusa de “abusos
sexuales”
(Excursus: la
problemática de abusos sexuales en instituciones de menores es un tema aún
tabú, como lo es en general en la sociedad misma. A mi parecer no resuelto, y
faltando mucho para que la sociedad lo enfrente seriamente yendo mucho más allá
del necesario aspecto punitivo de los perpetradores. Aún en la Iglesia, que si
bien lo aceptó como problemática real y lacerante, más buen tomó el rol de
chivo expiatorio de esta problemática (excelente que acepte su realidad y
culpabilidad), y ocultando la extensión
misma de la cuestión.)
Habiéndome relacionado con el Estado cordobés
durante más de diez años, recibiendo un magrísimo y retardadísimo aporte (hasta
un año de atraso) para contención integral en Hogares (llegamos a acompañar
hasta 92 personas), y relacionándome con otras instituciones que en ese tiempo
desaparecieron, no me cabe la menor duda que la motivación principal (¿única?),
fue el desentenderse de la educación integral de menores y familias en
situación de vulnerabilidad. Hoy lo vemos muy claro que es una premisa del
capitalismo salvaje que guía nuestra cultura y política. Y en esto, muy teñido
también de clientelismo, fue mucho mejor enfrentado por el Radicalismo Cordobés
que por gobiernos posteriores de signo contrario. Una de las acciones más importante fue reducir
enormemente la competencia de la Justicia Prevencional y Penal de menores,
poniéndola en manos del Ejecutivo aumentando la discrecionalidad de medidas y
recursos, aunque haya que admitir mayor humanización de las medidas.
Por último y tal
vez más importante y preocupante: el acrecentamiento de las situaciones de
pobreza, y de aceptación cultural de cualquier “droga” despersonalizante como
modo de sometimiento de las sociedades; el lucro de la clandestinidad en manos
de los círculos de poder; el reclutamiento de menores para la comercialización
(en donde se pone la excusa para la baja de imputabilidad como uno de los
mayores motivos), complejizan el problema y lo llevan a un desenfoque de
aquellos victimarios que generalmente han sido primero víctimas de una sociedad
que tiene cada vez menos de un humanismo sano.
Concluyendo,
afirmaría algunas convicciones personales: el
problema no es la edad, sino el modo de intervención; es el rol del Estado en el
acompañamiento de familias y menores, la prevención es educación integral de
las familias. Capitalismo sano sería no eliminar (o encerrar en este
caso) quienes perjudican a los dueños del poder económico. Las personas que hoy
no se atienden adecuadamente, nos multiplica la problemática por 4 en 20 años.
O formamos un mundo de hermanos, o un mundo de asesinos. Poner el acento y
generalizar en los delitos cometidos menores (ver las estadísticas), no
generarán nunca políticas adecuadas, aunque se las proponga como soluciones
urgentes e inmediatas. Y debemos asumir que el cambio de paradigma en estos
temas humanos insume al menos 2 generaciones de políticas continuadas y
coherentes. En Argentina prácticamente imposible.