jueves, 8 de diciembre de 2011

Doxatas vs. Episteme


           Desde la certeza absoluta sobre las cosas, a la ignorancia total sobre ellas, escalonaban las posibilidades de situarse frente a lo verdadero o falso. De este tema se han escrito bibliotecas enteras y hoy es uno de los temas fundamentales de la filosofía.

            La “episteme” era la sabiduría. Las “doxatas” eran opiniones.

            La intención del Blog no es filosofar en el sentido académico del término, sino de mirar el hoy, valorarlo y producir opinión.

Opinión es cuando el grado de conocimiento genera suficiente confianza en su validez como para poder afirmarlo como verdadero, pero no de forma perfecta. Opinando afirmamos, sí, pero no con perfecta confianza en la verdad de la proposición con la que el conocimiento se manifiesta. Teniendo lo que se afirma como verdadero se admite sin embargo la posibilidad del error y de la posible verdad de la opinión contraria.

El problema es que hoy se acepta que todos podemos afirmar lo que se nos ocurra. Sin embargo, por el solo hecho de querer entendernos y llamarnos a nosotros mismos “humanos” no toda afirmación u opinión posee validez. Y simplemente porque el decir simplemente lo que se nos ocurre, destruiría todo intento cultural y por tanto lo que nos identifica como “humanos”. Por otro lado, también nos haría vivir en el error objetivo o la mentira.

Y este es el sentido de este Blog, anunciar opiniones, que pretenderían ser una iluminación sobre realidades que admiten puntos de vista diversos, y hasta conflictivos, pero lo hacemos pensando en que ciertamente encierra validez que abre oposición a opiniones que suele darseles el carácter de verdades (y a veces verdades absolutas).

1 comentario:

  1. La sacralización de las opiniones
    Otro aspecto importante en la visión de la educación que propone Savater es lo que dice en cuanto al ejercicio de exponer una opinión y el valor que se le da a la misma:
    “La sacralización de las opiniones y la incapacidad de abstracción: Las opiniones se convierten en expresión irrebatible de la personalidad del sujeto: <>, <>,  como si lo relevante fuera a quién pertenecen en lugar de en qué se fundamentan."
    En este sentido podemos encontrar semejanzas con lo que postula Ortega y Gasset en cuanto a lo importante que es poder fundamentar de forma sostenible las opiniones expresadas. Savater va más allá y pone al descubierto la idea de que hoy en día todas la opiniones son valederas y tienen el mismo peso ya que detrás de la opinión está el “yo” y “yo” no soy ni cuestionable ni no merecedor del respeto total de mis iguales. Como lo expresa Freire en su famoso postulado del “todo vale”, donde todas las opiniones son válidas y a tomar en consideración, por venir de un ser humano que vale lo mismo que su semejante.Savater no está de acuerdo con esto, y piensa que hay que ser valiente y atreverse a decir que no todas las opiniones valen lo mismo ni que todas son pertenecientes a ese todo que conforma una verdad. Ya lo dijo él mismo en 1992 en una conferencia titulada ¿Pluralismo o relativismo ético? Para la fundación Juan March donde discutía sobre el respeto a las ideas. Decía:
    “… hay que respetar todas las ideas … pero ¿por qué? ¡Qué delirio!, imagínese usted que, llevando la idea de que hay que respetar todas las ideas, el maestro en el colegio cuando le pregunta al niño:
    -¿dos y dos?
    Y el niño dice: – 17
    – pues hijo mío, sí, Ι…Ι perteneces al grupo de los que creen que 17 es la suma de dos y dos…
    Ι…Ι Realmente el respeto a la ideas y a la libertad de expresión de la criaturita debería llevarlo a que respetáramos eso. Evidentemente de lo que se trata es de respetar a todas las personas pero no a todas las ideas." Con este ejemplo, tan simple, Savater pone el dedo en la llaga en esta cuestión. A menudo se cae en la equivocación de que el respeto a las personas es lo mismo que el respeto a todo lo que dice cada persona. Y desde luego eso no puede ser así. Ni todas las ideas son buenas ni tampoco tienen el mismo peso ni el mismo valor ya que su calidad puede variar dependiendo de los argumentos y los conocimientos que estén detrás de las fundamentaciones que sostienen dicha idea. Cuando un profesor no tiene esta idea clara confundirá inevitablemente a sus pupilos. Bien lo dice Savater: “no hay educación si no hay verdad que transmitir."

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