Me
ha llegado un correo electrónico en el que me invitabas a participar en una
votación en contra de la Ley
de Despenalización del Aborto.
La
primera reacción ante la demanda, fue hacer un recorrido por todos mis
pensamientos, sentimientos, argumentaciones, experiencias de vida, convicciones…
acerca del aborto mismo. ¿Cómo poder estar a favor? ¿Cómo aceptar semejante
crimen como algo cotidiano y aceptable?
Pero
al mismo tiempo también se me vinieron todas las “batallas” que ha venido
perdiendo “la Iglesia ”
en tantos temas que en definitiva están íntimamente relacionados a éste:
masturbación, relaciones prematrimoniales, divorcio, matrimonio igualitario… Y
los que quedan, como este del aborto y la eutanasia… Para la Iglesia todos ellos, con
toda certeza y razón, están a la raíz del cuidado de la vida. Y en todos ellos
no solo hemos “perdido” la “batalla” sino que con ella hemos visto disminuir
calidad y cantidad de hermanos en la fe que, ante la evidencia de la pérdida
argumental de la postura eclesial, han terminado pasándose silenciosamente a
las filas triunfantes de la posición contraria. Y hoy en gran parte de nuestras
parroquias ya no hablamos de estos temas, de tal manera que en la práctica de la Reconciliación en
general se ha perdido la noción misma de que estas cosas constituyen pecado. También
es cierto que hay grupos, particularmente los de espiritualidad más
conservadora, en los que la descripción no es así, sino casi la contraria. Tan
es así que estas luchas han favorecido a estos grupos en su posicionamiento
eclesial, y tal es el convencimiento que tienen, que se los ha encontrado
defendiendo la postura pro-vida hasta llegar a gestos de violencia. Pero
podríamos preguntarnos si esta posición defensiva-ataque es la expresión del
Evangelio de Jesús o una posición ideológica basada en esquemas culturales o
políticos que se pretenden hegemónicos…
Estas
lides mostraron, en el tema del matrimonio igualitario, la máxima derrota y
humillación de la estrategia eclesial cristalizada en la postura de nuestro
hermano Alessio, sacerdote cordobés, que llega a enfrentarse a la Iglesia misma,
desafiándola en sus instituciones axiológicas y de autoridad. Pero la
“autoridad” de la Iglesia
debe haber llegado a su mínimo grado de aceptación, tanto por la postura de
nuestro hermano como la de la cúpula eclesial.
La
historia y la
Espiritualidad de la Iglesia nos muestran muy claro el fracaso
permanente de este tipo de opciones. Por el contrario, la renovación de la Espiritualidad de
confrontación exitosa en problemáticas en que se debía ser factor
contracultural (aún dentro de la
Iglesia misma) se basó en actos heroicos proponiendo aquello
que debía ser buscado por la sociedad en el seguimiento de Jesucristo,
particularmente en la vida y acción de la Vida Monacal y Consagrada.
Al
afrontar problemáticas como una lucha
cultural y no como una propuesta de fe vivida, se acude permanentemente
a dogmatismos que terminan cerrando todo tipo de intercambio. En la discusión
sobre la despenalización del aborto, como ha sucedido en las anteriores, se
acude a argumentos reales que muestran verdaderos males a resolver, basados en
el principio, también sostenido por la Iglesia de la aceptación del “mal menor”. Y en
este tema es la gran cantidad de muertes de madres por abortos clandestinos el
principal argumento. En la posición contraria es un tema que se evita o se
soslaya, y gravísimo sería argumentar que es la consecuencia de sus propias
decisiones erradas, dejando en la soledad de su mal a la persona, y abandonándola
a su destino de condena eterna. Ya desde la primera página de la Biblia se rechaza este tipo
de actitudes: “Soy acaso el guarda de mi hermano” (Gn 4,9). Peor aún es (y lo ha sido muchas veces),
valerse de estos temas como estrategia de lucha política, degradando la política
y la moral misma. Una propuesta cultural, deberá basarse en el plano de
diálogo cultural y no en el de verdades de fe, aunque se fundamente en ella
Considero
y afirmo que la mejor postura para los temas que han de proponerse como
“contraculturales” es la afirmación de los gestos heroicos propuestos por
Jesús. Al hacer una propuesta de afirmación de “valores” (que no pocas veces
son imposición cultural y hegemónica) y no de “actitudes” –basadas en la
búsqueda de la verdad y el bien- hemos
caído en el pozo de las argumentaciones culturales. La superación de las
discusiones y de la aplicación defectuosa del “mal menor” sería mucho más
exitosa por propuestas de una moralidad heroica basada en el seguimiento
radicalizado de Jesucristo.
Frente
a la problemática eje de este texto, quisiera recordar experiencias (los actos
heroicos de los que hablo más arriba) que nos son cercanas a vos y a mí, muy
poco admiradas y copiadas en nuestra Iglesia de Córdoba: “Portal de Belén”, los
Hogares de los P. Lucchese y Aguilera, las Hermanas Adoratrices y tantas otras.
El basamento de nuestra vida cristiana en las actividades sacramentales, las
procesiones, las declaraciones de la autoridad competente y también de
jerarquía superior a la local (que se da de patadas con una eclesiología basada
en los Pastores Diocesanos)…, terminan por ocultar la Vida generada por el
Espíritu. Cabe preguntarse, querido hermano, cuántas obras heroicas a favor de
la vida (y por tanto rechazando el aborto) hemos desarrollado los que nos
hacemos llamar Pastores de la
Iglesia.
Arrastra
más un buen ejemplo que mil palabras…
Afectuosa y fraternalmente
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