jueves, 8 de diciembre de 2011

Lucha eclesial ante el aborto legal


                        Me ha llegado un correo electrónico en el que me invitabas a participar en una votación en contra de la Ley de Despenalización del Aborto.

                        La primera reacción ante la demanda, fue hacer un recorrido por todos mis pensamientos, sentimientos, argumentaciones, experiencias de vida, convicciones… acerca del aborto mismo. ¿Cómo poder estar a favor? ¿Cómo aceptar semejante crimen como algo cotidiano y aceptable?

                        Pero al mismo tiempo también se me vinieron todas las “batallas” que ha venido perdiendo “la Iglesia” en tantos temas que en definitiva están íntimamente relacionados a éste: masturbación, relaciones prematrimoniales, divorcio, matrimonio igualitario… Y los que quedan, como este del aborto y la eutanasia… Para la Iglesia todos ellos, con toda certeza y razón, están a la raíz del cuidado de la vida. Y en todos ellos no solo hemos “perdido” la “batalla” sino que con ella hemos visto disminuir calidad y cantidad de hermanos en la fe que, ante la evidencia de la pérdida argumental de la postura eclesial, han terminado pasándose silenciosamente a las filas triunfantes de la posición contraria. Y hoy en gran parte de nuestras parroquias ya no hablamos de estos temas, de tal manera que en la práctica de la Reconciliación en general se ha perdido la noción misma de que estas cosas constituyen pecado. También es cierto que hay grupos, particularmente los de espiritualidad más conservadora, en los que la descripción no es así, sino casi la contraria. Tan es así que estas luchas han favorecido a estos grupos en su posicionamiento eclesial, y tal es el convencimiento que tienen, que se los ha encontrado defendiendo la postura pro-vida hasta llegar a gestos de violencia. Pero podríamos preguntarnos si esta posición defensiva-ataque es la expresión del Evangelio de Jesús o una posición ideológica basada en esquemas culturales o políticos que se pretenden hegemónicos…

                        Estas lides mostraron, en el tema del matrimonio igualitario, la máxima derrota y humillación de la estrategia eclesial cristalizada en la postura de nuestro hermano Alessio, sacerdote cordobés, que llega a enfrentarse a la Iglesia misma, desafiándola en sus instituciones axiológicas y de autoridad. Pero la “autoridad” de la Iglesia debe haber llegado a su mínimo grado de aceptación, tanto por la postura de nuestro hermano como la de la cúpula eclesial.

                        La historia y la Espiritualidad de la Iglesia nos muestran muy claro el fracaso permanente de este tipo de opciones. Por el contrario, la renovación de la Espiritualidad de confrontación exitosa en problemáticas en que se debía ser factor contracultural (aún dentro de la Iglesia misma) se basó en actos heroicos proponiendo aquello que debía ser buscado por la sociedad en el seguimiento de Jesucristo, particularmente en la vida y acción de la Vida Monacal y Consagrada.

                        Al afrontar problemáticas como una lucha cultural y no como una propuesta de fe vivida, se acude permanentemente a dogmatismos que terminan cerrando todo tipo de intercambio. En la discusión sobre la despenalización del aborto, como ha sucedido en las anteriores, se acude a argumentos reales que muestran verdaderos males a resolver, basados en el principio, también sostenido por la Iglesia de la aceptación del “mal menor”. Y en este tema es la gran cantidad de muertes de madres por abortos clandestinos el principal argumento. En la posición contraria es un tema que se evita o se soslaya, y gravísimo sería argumentar que es la consecuencia de sus propias decisiones erradas, dejando en la soledad de su mal a la persona, y abandonándola a su destino de condena eterna. Ya desde la primera página de la Biblia se rechaza este tipo de actitudes: “Soy acaso el guarda de mi hermano” (Gn 4,9). Peor aún es (y lo ha sido muchas veces), valerse de estos temas como estrategia de lucha política, degradando la política y la moral misma. Una propuesta cultural, deberá basarse en el plano de diálogo cultural y no en el de verdades de fe, aunque se fundamente en ella

                        Considero y afirmo que la mejor postura para los temas que han de proponerse como “contraculturales” es la afirmación de los gestos heroicos propuestos por Jesús. Al hacer una propuesta de afirmación de “valores” (que no pocas veces son imposición cultural y hegemónica) y no de “actitudes” –basadas en la búsqueda de la verdad y el bien-  hemos caído en el pozo de las argumentaciones culturales. La superación de las discusiones y de la aplicación defectuosa del “mal menor” sería mucho más exitosa por propuestas de una moralidad heroica basada en el seguimiento radicalizado de Jesucristo.

                        Frente a la problemática eje de este texto, quisiera recordar experiencias (los actos heroicos de los que hablo más arriba) que nos son cercanas a vos y a mí, muy poco admiradas y copiadas en nuestra Iglesia de Córdoba: “Portal de Belén”, los Hogares de los P. Lucchese y Aguilera, las Hermanas Adoratrices y tantas otras. El basamento de nuestra vida cristiana en las actividades sacramentales, las procesiones, las declaraciones de la autoridad competente y también de jerarquía superior a la local (que se da de patadas con una eclesiología basada en los Pastores Diocesanos)…, terminan por ocultar la Vida generada por el Espíritu. Cabe preguntarse, querido hermano, cuántas obras heroicas a favor de la vida (y por tanto rechazando el aborto) hemos desarrollado los que nos hacemos llamar Pastores de la Iglesia.

                        Arrastra más un buen ejemplo que mil palabras…

Afectuosa y fraternalmente

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