domingo, 24 de junio de 2018


«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28,10)
Liturgia Vigilia Pascual
Inicio misionero de la Iglesia

Estimado hermano católico

                                   Con gran preocupación, y luego de haber meditado un rato tratando de escrutar si no me mueve un espíritu de presunción, te escribo confiándote y sobretodo pidiéndote un gesto de reflexión sobre la actualidad de nuestro testimonio eclesial. Y no es que también yo necesite algo así, pero más lo necesita un -pueblo de Dios, perplejo y descreído -en parte al menos- de nuestra Iglesia. Me ha llegado en nuestros días, para conocimiento, de una cristiana con buen compromiso, una “invitación” a la apostasía en Argentina, como la que se hizo en España años atrás con motivo del sustento económico del Estado a la Iglesia Católica. (http://www.apostasia.com.ar/). Es muestra de una reacción mezcla de errores con cosas ciertas.

                                   Pero dos hechos eclesiales, de entre muchos buenos y malos, han llenado mi corazón de profunda tristeza y preocupación. Cierto es que éstas situaciones han sucedido y seguirán sucediendo a todo lo largo de la historia, y la Iglesia seguirá siendo la misma Esposa de Jesús, Santa y Pecadora en un tiempo. Los dos hechos son los del Próvolo en Mendoza y el “empujón” del Párroco de la Catedral de La Plata a una estudiante excedida en sus festejos.

                                   Pero la tristeza y preocupación que me embargan no provienen tanto de los hechos en sí, suficientemente graves (y repetidos), sino más bien de un discurso de la Iglesia basado en que nuestra Misión de Seguidores de Jesús es por lo que somos y no por lo que hacemos… desconociendo una distancia cada vez mayor del modelo de vida concreto propuesto por nuestro Señor. Veo una acentuación exagerada en nuestra dignidad de bautizados, de consagrados, de santificados, de Resucitados…, y creo ver en una línea coherente con la teología de “por la obra obrada”, independientemente de las formas que la acompañen (testimonio de vida). Nuestra teología eclesial del momento, acentúa mucho más los símbolos que la realidad misma, la afirmación de nuestro papel simbólico que nuestra realidad de servicio. Al decir de Pedro Casaldáliga: “mucho más amantes de la estética que de la ética”

                                   ¿Será que la cultura “posmoderna” se nos ha colado en la teología y en nuestra manera misma de vivir la fe? Basados en lo que esperamos, ¿construimos la imagen y gestos que la fundamentan y realizan? Hemos afirmado más lo que ha realizado en nosotros Jesucristo de una vez para siempre, que la escucha del envío a continuar con su obra redentora que nunca termina de realizarse en nuestra historia. Y aun en nuestras frases motivadoras gustamos más de las afirmaciones que los objetivos que deben movernos. En nuestras expresiones hemos cambiado las formas programáticas por afirmaciones testimoniales aunque estén totalmente alejadas de la realidad; otros muchos ejemplos más de nuestra autoimagen (y autocomplacencia) han sustituido al ponernos en camino hacia el origen del comienzo de nuestra fe (Galilea): y marchar con Jesús hacia la Cruz y la Pascua. La santificación de Monseñor Romero (y deseamos la próxima de Mons. Angelelli) es el gesto del Espíritu para mostrar el camino de asumir el momento histórico actual. Es el recuerdo de las verdades de Jesús asumiendo en su momento histórico, la realidad la historia de toda la humanidad.

                                   Por ello es que creo que muchos de los cristianos que construimos nuestra fe y, en base a las enseñanzas mismas de la Iglesia, cristalizándola en la línea de su Doctrina Social y del Concilio Vaticano II necesitamos y, dentro del respeto que nos merece, exigimos, que en la Iglesia se cultive más la humildad de no ser siempre los testigos de la fe que proclamamos; se practique la coherencia entre la realidad y los gestos que realizamos en nuestras liturgias, y se muestre mucho más la fraternidad que nos une entre nosotros, la fraternidad que debe unirnos con los privilegiados de Jesús, para los que muchas de las opciones de una religiosidad afirmativa y gestual, ha dejado de ser anuncio de un Reino de Justicia y de Paz. Otro tanto podría decirse de opciones eclesiales que más nos acercan de una clase política que más se ha acercado a las injusticias del mundo que a la propuesta de Jesús de un Mundo Nuevo. Vayan como más ejemplos la manipulación que se ha hecho de un tema tan querido por la Iglesia, como lo es la defensa de la vida, llevando torpemente a identificar una línea política con la postura eclesial. La no distinción de delitos de “lesa humanidad” de los delitos comunes, con una posibilidad de ejercer la violencia en nombre de Dios… y en bien de la Justicia.

                                   Desea mi corazón una Iglesia que de la Celebración del triunfo de Jesús sobre la Muerte, se realice en ella -un poco más- la generación de un mundo de Justicia y de Paz

                                   Haciendo votos de no pretender decir nada que no esté claro dentro de la Iglesia, pero reforzando alguno de estos aspectos, te saludo deseándote los mejores deseos en esta Pascua del Señor.


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