Impresiones por el
asesinato de David Moreno (20 de diciembre de 2001)
En aquel
momento me encontraba en el Colegio León XIII de Villa Rivera Indarte, a unos
dos kilómetros del lugar del asesinato de un niño del barrio donde realizaba
parte de mi trabajo como religioso sacerdote… y nunca dejó de estar en mis
recuerdos aquella muerte infame de uno de nuestros niños.
Un grupo de
vecinos, en la ocasión, vino a buscarme con el objeto de intervenir en aquella
pequeña batalla que se había entablado entre la policía y una muchedumbre del
barrio. Inmediatamente fuimos y la cosa estaba que ardía…
“En caso de necesidad todos los bienes son comunes” reza la
moral cristiana y era el caso, pues la desocupación que medía el país se
acercaba al 40%, pero en nuestro barrio estimaba en un 70% o más. La toma de
los supermercados no era un acto sedicioso de un grupo de inadaptados, era la
respuesta de un pueblo con hambre. Podría haber organizadores, pero la
respuesta era de un pueblo que necesitaba resolver un problema urgente, y había
curiosos… que también justificaban su presencia con el sentimiento de
impotencia frente al cotidiano sentir de necesidades básicas insatisfechas.
Cuando
llegamos al lugar, David había sido llevado herido. La misma gente me llevó
hasta el jefe del operativo. Me presento, en base al pedido de los que me
acompañaban, y mi primera impresión era estaba ante hechos imposibles de
revertir… el supermercado saqueado, David herido de muerte, la policía
dispuesta a seguir matando (¿?), los vecinos indignados…, vencidos…, en la
misma impotencia de una situación sin respuesta y sin cambios. Algún joven más
enardecido y del mismo barrio, echándome en cara que la Iglesia siempre
buscando ahogar los procesos de justicia. Nada que hacer allí.
La impresión que me quedó de aquel momento y confirmada en
mi fuero interior por la muerte de otro niño en Rosario, creo, es que la muerte
de David no fue fruto sino del protocolo que se manejaba en la fuerza policial.
De hecho, la herida-muerte de David, cambia el foco de la discusión del
momento: del derecho de tener la alimentación que se necesita para vivir en una
nación opulenta de ella, al mandato de proteger los bienes aún a costa de la
vida de las personas. Y la actualidad de esta discusión cobra una manifiesta pertinencia.
Considero
que el juicio al oficial que dispara, volvería a trasladar hoy el foco de la
discusión Sin menguar en absolutamente nada su responsabilidad individual
(disparar la bala de plomo en vez de la de goma que hubiera correspondido), me
pregunto si no era parte de un protocolo de muerte gestado por la autoridad que
le había también enseñado el absoluto de la obediencia frente a la moralidad de
los actos.
Si tal
orden hubiese estado presente podemos aún subir un peldaño más en la valoración
moral y legal (¿?) del hecho: ¿en la escuela de policía se aprende que los
bienes de capital son de mayor importancia que la vida de las personas,
juzgando indiscriminadamente como delito cualquier acto en contra de la
propiedad de aquellos bienes?
De ser así, en el banquillo de los acusados debería estar el
oficial que actuó, los encubridores del delito (como están hoy) pero también
los intervinientes en la cadena de órdenes, que deberían asumir la
responsabilidad que les toca en el hecho incontrastable y absoluto: la muerte
de un niño curioso de acciones justificables.
Pero dos cosas más aún, de muchísima y creciente actualidad,
las fuerzas policiales deberán considerar en todas sus acciones que la
obediencia no les exime de la moralidad objetiva y la legalidad de sus uno de
sus actos aún con enseñanza en contrario; la sociedad y las leyes deberán
corregir un error moral presentado como absoluto: en la protección de la
propiedad privada se hace posible hasta las muertes, sean daños colaterales o
directos. Los bombardeos de Estados Unidos son muestra cabal de esto. Si así
fuera, quien los manda a matar los manda a juicio… desentendiéndose de su
suerte…
Que en el
juicio de David, el oficial sea juzgado en su responsabilidad individual, pero
que se afirme el absoluto de la vida humana por encima de la propiedad de los
bienes, investigando si no hay una cadena de mandos y una perversión moral por
falsedad ideológica.
Yucat, abril 2017
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