Querido Hermano:
Con
mucha tristeza y preocupación he seguido las diferencias entre Scouts de
Argentina y el Obispo de La Plata primero y luego con el Arzobispo de Buenos
Aires, y quisiera acercarte en base a la amistad que nos une, algún punto de
vista al respecto.
Bien
sabés que he andado muy cerca de los campamentos y de dirigentes Scouts gran
parte de la vida, particularmente en la Parroquia Mercedaria de Gerli y en la
de San Ramón Nonato a la que pertenecés. Y hoy sigo relacionado con varios grupos
que realizan sus campamentos en el lugar donde vivo y trabajo. Sin embargo no
he sido miembro del Movimiento Scout, ni tampoco hablo como integrante de la
Jerarquía ni como Teólogo porque no me corresponde.
Muchas
veces en estos últimos años he afirmado ante diferentes personas que no se ve
en nuestra Iglesia de Argentina otros grupos con la calidad formativa y
organizacional de los Scouts y realmente lo siento así. Por lo que tendrás que
tomar las siguientes reflexiones como de quien quiere estar tan cerca de la
institucionalidad de la Iglesia como la del Movimiento Scout y considera una
pérdida inconmensurable el alejamiento de los grupos de las Parroquias. Con
toda seguridad que el Señor no lo quiere.
Me
preocupa y entristece que las instancias de diálogo no hayan superado dos
posiciones que considero llenas de razones válidas y dignas de tener en cuenta.
Y peor aún, que estas razones den lugar a acciones que pudieran provocar en la
práctica una ruptura. Pero también me preocupa el que fórmulas de buenas
intenciones, dejen sin solución un problema que debe forzosamente ser
solucionado para no dar lugar a componendas fáciles, ni hipocresías (afirmo tal
cosa y continúo con mi pensamiento).
Respeto
profundamente la posición del P. Rafael Velazco y considero válidas sus
afirmaciones respecto del respeto y gradualidad en adhesión del cristiano a las
afirmaciones de la Jerarquía cuando
actúan en cuanto tal. Son argumentos que no solo respeto profundamente, sino
que trato de vivirlos sinceramente. Y aunque ciertamente son válidos para
quienes deben buscar el punto de encuentro entre ambas instituciones, debiera
haber un cuidado extremo por cuanto deba ser interpretado por personas que no
están habituadas a este lenguaje. La conclusión a la que podría llegarse
fácilmente es que las afirmaciones de los Obispos son opinables sin más y que
el pluralismo es que todas las opiniones son válidas del mismo modo y tildaría
a estas afirmaciones como de capricho, o de opinión retrógrada. De este modo
difícilmente podamos caminar hacia la Verdad. Las orientaciones en materia que
les compete a los Obispos, aunque no sean tomadas como Dogmas, tampoco debieran
menospreciarse. En la práctica, podrían ser desechadas provocando la ruptura
cuya sombra aparece en el horizonte. El párrafo del P. Rafael que destaco y
desea que pueda ser profundizado es el siguiente, y verás que no son cosas al
alcance de todos ni de posturas pre conceptuales y rápidas de tomar:
“Son
proposiciones que merecen respeto y un intento serio de comprensión. Pero si en
conciencia se encuentra dificultades para aceptarlas, el servicio más honrado
que se puede prestar a la misma Iglesia es manifestarlo y proponer los
argumentos para la discusión.”
El respeto a las institucionalidades (y
por tanto de las decisiones en este tema en particular) es una cuestión a la
que prestaría atención a la hora de buscar salidas a las diferencias con los
Obispos. Y se puede buscar antecedentes cuando la Jerarquía de la Iglesia ha
debido proponer sus convicciones ante leyes que parecieran ofuscar la Moral
Cristiana y Católica (divorcio, matrimonio igualitario, aborto, y otros –no
entraría en igual categoría otros asuntos como el sacerdocio femenino ni el
celibato-)
Tanto hemos hecho
incapié en determinadas cuestiones, que hemos vaciado nuestras Iglesias y
alejado por demás a los hermanos de la Comunión (y de la vida eclesial).
Nuestros adolescentes y jóvenes no pueden comprender estos posicionamientos, y
optan por responder alejándose, en la interpretación de que el no cumplir, los
pondría en situación de “pecadores” = excluidos (sin saber si de la comunión
eclesial o de la vida eterna, puesto que hay una toma de posición práctica
infranqueable). Otra solución fácil y muy practicada: “hago como si lo aceptara
y hago lo que puedo” llenando mi moral de hipocresías.
No sería difícil, al
extender estas afirmaciones al terreno de Moral Social con la misma fuerza de
estos temas de moral individual (y sumándolas), que ni los curas pudiéramos
celebrar la Eucaristía. Y sumo, ojalá fueran iguales las preocupaciones de
moral individual y las preocupaciones de moral social y política… porque
aparecen muy desproporcionadas las afirmaciones y las posturas prácticas.
Por lo que creo que en la búsqueda de la salvaguarda de todos los temas
considerados, y con una baja en el tono de la discusión, es imprescindible
crear una formulación en la Pedagogía Scout que atienda a las obligaciones
doctrinales del cristiano y manifestadas por el Episcopado; y por parte de los
Obispos el respeto a la libertad del Movimiento Scout para formular su propio
itinerario formativo en un pluralismo de sus asociados o adheridos, que
trasciende la fe católica.
Bastaría que la Iglesia respete la trascendencia eclesial del
Movimiento situándose en una organización de la sociedad civil regida por sus
propios códigos culturales (morales), y el Movimiento añada un párrafo que para
los que confiesan la fe católica (muchos en la Argentina) habrán de tomar ésta
como la orientación de sus vidas y de sus pautas morales. Por supuesto que
debería ser preocupación para que sea una realidad no solo en su formulación
sino en sus derivaciones prácticas. De este modo no sería necesario dividir
el Movimiento Scout.
Con admiración
y respeto.
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