“Nadie puede estar a favor de la interrupción de una
vida. Pero esta problemática va más allá de esta falsa polarización: la mujer
que busca abortar lo hace con angustia y tristeza. La comunidad tiene que
asumir esta realidad no escondiéndola sino sacándola a la luz. Por esto
considero que despenalizar el aborto puede ayudar al diálogo que contribuya a
la edificación de nuestra sociedad”
Pastora Mariel Pons, de la Iglesia Evangélica
Metodista argentina
“Se “trivializa” la discusión por la despenalización del aborto cuando “se
limite a una puja entre quienes están a favor y en contra de la práctica”.
Referente metodista Frank de Nully Brown
En Argentina, es recurrente planteo de la despenalización
del aborto…particularmente desde 2007 y 2011.
Un buen y bastante completo análisis sobre los abortos
clandestinos podemos encontrar el
En 2011 quise poner por escrito mi pensamiento (más para
aclararme personalmente) pero con afán de aportar al momento, como testimonio
de una problemática bastante más compleja que la propuesta por algunos de mis
conocidos, familiares y amigos…
Casi siete años después, vuelve a aparecer la problemática
con los cuestionamientos también recurrentes sobre las motivaciones ocultas de
diferentes grupos (también del Gobierno de turno). Pero como escapa al dominio
conveniente de mis cavilaciones, me ceñiré a compartir un punto de vista
señalado en contadas ocasiones: algunos aspectos respecto de la mamá que se
enfrenta a la decisión de abortar o no, y de la responsabilidad del papá que
generó el o la bebé.
Pero antes, quisiera hacer una advertencia de una tendencia
falsa de la identificación política al respecto: unos y otros tratan de
identificar el problema del aborto como una identificación proabortista =
progresista y contra abortista = conservadora. Falso, es un problema ético en
primera instancia, luego (y necesariamente) político, no al revés.
Y felizmente pareciera que esta antinomia falsa pareciera registrarse
en esta actual fase de la discusión. Ciertamente que la posición progresista
está mucho más abierta a una discusión amplia que las posturas conservadoras… y
es justamente esta características la que los políticos de ambas partes tratan
de capitalizar identificando la postura opuesta con la oposición política.
Las posiciones conservadoras (particularmente la de mis
hermanos católicos), normalmente no advierten su participación cultural en la problemática
del aborto, y por consecuencia, en provocarlos. La aceptación acrítica de modos
de vida inherentes al capitalismo, que solo puede aceptarse con pocos hijos o
mucho dinero… (educación y salud privadas… o la última ley de seguridad vial de
tener asientito para 2 niños hasta 10 años en el automóvil, por nombrar algo).
Añaden así una discriminación religiosa a la discriminación económica: sólo los
ricos pueden ser buenos cristianos, porque pueden educar bien a tus hijos sin
dejar de ser ricos, o necesariamente deberán convertirse en pobres asumiendo
una familia numerosa… Como sucede también en muchos aspectos de la ética en
asuntos económicos, la disociación ética en la problemática del aborto es digna
de tenerse en cuenta. Es tal esta disociación, que me tocó en otro lugar del
mundo, constatar la aberración de considerar el aborto alternativa a los
métodos permanentes de anticoncepción porque con los primeros, confesión
mediante, podrían “comulgar”, mientras que la perseverancia en la
anticoncepción la impedía… Y en una de las campañas promovidas de algunos
círculos eclesiásticos rezaba: “Si te dicen que el aborto es una cosa entre el
médico y la madre, se olvidan de algo… (…y había la figura del bebé), pero
omitía a otros de participación insoslayable: ¡¡¡la del papá y la sociedad!!!.
Reducir la problemática del aborto a la ética individual termina generando
estas aberraciones. Y el no poder “cumplir” con el mandato ético, encierra a
soluciones desesperadas. No asumir la problemática, no hacerse cargo de ser una
problemática colectiva, es prevaricación, participación por omisión, que en
lenguaje religioso, se ha venido llamando desde siempre “pecado del mundo”.
En las dos posiciones opuestas se resalta la responsabilidad
de la decisión sobre la mamá, y considero esta posición absolutamente injusta y
falsa. Dejar sola a la mamá en la situación propia de aceptar la vida que lleva
en sus entrañas es desconocer la naturaleza misma de la vida y es abandonar la
responsabilidad que a todos nos toca sobre la misma.
Podríamos llenar de frases hechas y comunes para fundamentar
esta última afirmación, cuando con ellas en realidad considero que lo que se
fundamenta es el abandonar a la mujer que concibe en uno momentos de mayor
vulnerabilidad en la vida de una mujer. ¿No concibió acaso junto a un varón en
una promesa que aunque no haya sido consciente, sí lo fue de su humanidad
corporal? ¿No participa la humanidad toda del mandato intrínseco de la
reproducción y la esencialidad del amor? Que algunos se consideren superados en
esta problemática lo desmentiría cualquier matrimonio de familia numerosa que
se considere amante de la vida… y amante de la sinceridad, por supuesto.
Habitual es en la cultura conservadora convertir en
individuales las problemáticas sociales: culpabilizar a la mamá es injusticia
ancestral en este tema. Negarse a asumir las responsabilidades individuales es
habitual en ciertas posturas consideradas progresistas. No podemos dejar de
mirarnos a nosotros mismos como tribu, y no podemos descargar en la tribu,
nuestras responsabilidades personales.
Al liberalismo le viene como anillo al dedo, no hacerse
cargo de problemáticas individuales y lo resuelve como una cuestión de bolsillo…
y creo que al modelo actual le viene como anillo al dedo la no despenalización
del aborto, pero no por una cuestión ética, sino política: captar para sí a
todo el espectro conservador y no hacerse cargo de los costos que conlleva el
aborto legal, seguro y gratuíto.
Poco se escucha de promover el conocimiento, fortaleza, etc.,
pero también la decisión de entregar a la mujer la posibilidad de decidir (con
eficacia ética y biológica) compartiendo con el varón que ame y la sociedad en
la que está insertada ella y su futura progenie, cuando traer hijos al mundo. Un
desafío cierto para la biología, la ética (religiosa o no), la sociología y al
último y necesariamente, la política.
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